Damas y caballeros:
En nombre de la Academia Peruana de la Lengua y como amigo y antiguo discípulo de Javier Sologuren (1921 - 2004 ) tomo ahora la palabra para testimoniar ante su espíritu y ante sus familiares el profundo afecto que sienten por él todos los que lo conocieron en las más diversas circunstancias.
En el momento de la muerte de un ser querido como Javier Sologuren se nos agolpan una multitud de imágenes de diferentes años. Entre ellas, escojo una. En 1961, Javier Sologuren llegó a los jóvenes que estudiábamos en la Universidad Católica, primero como un nombre cargado de prestigio. Amantes de la poesía, habíamos leído en la biblioteca algunos de sus libros inhallables en librerías como su magnífico volumen Detenimientos de 1947, poemas que eran pausas del tiempo, palabras conmovidas ante la belleza del mundo. Conocíamos también de cerca porque lo teníamos entre las manos, las primeras ediciones primorosas de La rama florida, la pequeña editorial que había creado en su propia casa de los ángeles, Chaclacayo, entre ellas el libro El río de Javier Heraud y Destierro de Antonio Cisneros, pero nunca habíamos visto al hombre que animaba esos esfuerzos. Hasta que de pronto apareció Javier Sologuren con su rostro lleno de bondad y su palabra generosa. Gracias a sus clases, llenas de una sabiduría que no ofendía a los intonsos, nos pudimos familiarizar con la poesía de Baudelaire, Rimbaud y Mallarmé y con los estudios que hasta hoy día tiene vigencia de Hugo Fiedriech, sobre la estructura de la lírica moderna y de C. M,. Bowra sobre la herencia del simbolismo. Un buen día Javier Sologuren nos invitó a su casa: que privilegio! Y pudimos conocer a su familia y su manera de trabajar editorialmente. En ese año mágico de 1961 Javier Sologuren editó Escrito a ciegas de Martín Adán y Estancias de su propio estro. Con el correr de los años y después de haber leído toda su poesía. reunida varias veces bajo el título de Vida continua, ese manojo de poemas sigue teniendo un significado especial. Según nos contó a sus discípulos, esos poemas estaban signados por el asombro ante la belleza del mundo.
Durante un corto periodo veinte días, Javier Sologuren se levantó a temprana hora, cuando recién apuntaba el alba y mientras aspiraba el perfume del comienzo del día, iba imaginando los versos que en un momento más tarde escribiría . Día a día escribía un poema, en medio de su propio asombro, pues apenas los corregía, venían como dictados por la vox del propio idioma. De esta manera pudo escribir poemas que cuatro décadas más tarde conservan cristalizado el perfume de la mañana y el afecto por los suyos. Leeré algunos de ellos:
Bajo tus arcos delgados,
blanca eres, Mañana,
blanca frente del día.
En tu pecho la espuma
donde se baña un pájaro,
y en tu vientre ligero
caen las flores en ramos.
Giro, Mar, sobre tu aliento.
De ti salí, hacia ti vuelvo.
Soy tu fábula, tu espuma;
y tu anhelo, tu sueño
indescifrable
me palpita
en la marea
de la sangre.
Por ti, Gerardo, y por ti, Claudio,
Hijos míos,
vuelvo a ser lo que fui,
canta e corazón una luz nueva,
una vieja canción que desoí.
Hoy me asomo al asombro
y al confiado
estar en el mundo,
Claudio, en tus ojos;
en los tuyos, Gerardo.
Puede decirse que en la vida de Sologuren hubo varias etapas, en la primera, escolar y universitaria, curiosamente la enfermedad contribuyó a su avance intelectual. Javier tenía salud frágil, constantes gripes, asmas, y como permanecía con frecuencia en cama, se dedicó más que sus compañeros a la lectura y a la contemplación de los espacios más cercanos, una flor del jardín, un insecto, la hermosura del amanecer o del ocaso. Y esas imágenes , recogidas en la infancia, volvieron una y otra vez a su memoria y en su madurez fueron disfrutadas con renovadas experiencias y trasladadas muchas veces al papel. En la universidad de San Marcos, Javier Sologuren tuvo como amicísimos a Jorge Eduardo Eielson, Blanca Varela, Sebastián Salazar Bondy. Faltan adjetivos para calificar lo que este cuarteto ha hecho por la poesía del Perú. El hombre tiene condición de migrante y Javier Sologuren no fue la excepción: viajó a México y trabajó en el Colegio de México su dominio de diferentes idiomas y perfeccionar otra de sus vocaciones , la de traductor, que lo distinguiría más adelante como el lírida peruano que más traducciones de poesía ha hecho hasta este momento. En Suecia contrajo matrimonio con Chestie. Años más tarde se afincó en el Perú y luego nacieron sus hijos Gerardo, Claudio y Viveka. Ya entre nosotros Javier Sologuren trabajó en diferentes instituciones, en la Universidad Católica, como queda dicho, en la Universidad de San Marcos y en la Universidad Agraria. En esos años solidificó una amistad intensa con Francisco Carrillo, Alfredo Torero, José María Arguedas, Wáshington Delgado, Carlos Germán Belli, Luis Jaime Cisneros. Como suele suceder con los maestros verdaderos, hubo algunos discípulos que se fueron haciendo amigos; recuerdo de manera especial a Armando Rojas y a Ricardo Silva Santisteban con quienes emprendió la tarea de editar la revista Creación y crítica en los años setenta. Luego los viajes se fueron sucediendo: Japón, Francia, fueron dos de sus destinos favoritos, lo que influyó en la dirección de sus traducciones. Contrajo segundas nupcias con Ilia Bolaños, quien participó activamente en sus trabajos de traducción y lo acompañó en sus años mas difíciles.
Javier Sologuren fue incorporado a la Academia Peruana de la Lengua en 1975, junto con Mario Vargas Llosa. Quienes lo trataron dentro de la corporación se fueron sumando a la legión de sus amigos. Ahora que Javier ha muerto , en el momento mismo en que la Universidad Católica prepara la edición en varios tomos de su obra completa, incluyendo la poesía, el ensayo y las traducciones, tenemos la evidencia de que este monumental trabajo de Ricardo Silva Santisteban, preservará la memoria de Sologuren frente a las jóvenes generaciones, pero quienes lo hemos tratado como amigos y como alumnos sabemos que por encima de todo, palabras muy simples definen a Javier Sologuren Moreno: era un hombre bueno y por esa razón lo seguiremos queriendo , como siempre.
Marco Martos.