LA VISITA DEL
MAR
Soy un cuerpo
que huye, sombra que madura con un murmullo de hojas en tu mirada igual al mediodía cruel y esplendoroso; mar, ala perdida, párpados de nieve, casto sonámbulo entre materias corrompidas, ola sedosa en que tristemente espejeo.
Toda palabra
es mía cuando estoy a la orilla de tus ojos, mar, todo silencio es mío.
Extraño
huésped que me dejas turbado, instante en que habito sólo lentamente, dichoso, melancólico, desierto, penetrante.
No estoy en
mí, no soy mío, viento, son mis ojos, mar, ahora que te miran, ahora que tu rostro me alza largamente despierto en el vacío, blanco corcel yo mismo, inmaterial, desnudo.
JAVIER SOLOGUREN (Lima,
1921) |
Pasos furtivos,
mar, hacia ti me conducen cuando la noche es que en ti una hoja de palma y mi cuerpo no es sino blandísima nieve, llorosa sombra, triunfante peso de oro.
En la altitud
de la noche abro una ventana. En mis ojos el sueño es un juguete de hielo, una flecha preciosa que no alcanzará a herirme.
(Oído visible
de la estrella, registradme).
Mar, desde tu
pecho abre sus venas la zozobra, canta el fuego fugaz de solitarias perlas; mudo rayo terrestre que quema hasta el cabello.
El aire de la
noche, tus dedos ciegos, celestes; tu profunda seda, mar, ardiendo quietamente.
(La hermosa
luz ya viene en unos pies danzando).
Playa pura,
final, mar, donde no somos sino un fantasma entre las flores de la aurora.
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